Los tiempos muertos pueblan mi vida sin remedio más de lo que quisiera. A veces pienso que son estos tiempos muertos los que en realidad son la vida. Pensé que no eran más que tránsitos necesarios y rutinarios que me llevaban de la vida a la vida: trenes, autobuses, aviones, salas de espera... solo que últimamente los disfruto con una curiosidad malsana, casi morbosa, que me permite estar permanentemente conmigo, a solas, en silencio. A veces observando, otras leyendo o tal vez escribiendo; a veces, sin hacer nada más que dejarme estar. Y salgo de los tiempos muertos como de un letargo de mi misma.
En el tren, por ejemplo, la gente lee, sobre todo las mujeres, se abandonan a novelas que las transporten, que las saquen de allí, del tiempo muerto.
En alguna parte he leído una de esas frases tan de moda en las redes, no la citaré exactamente quizás, pues lo hagp de memoria: la vida es eso que sucede mientras esperas a que pase algo. Bien, cada vez creo menos en el algo y más en los tiempos muertos, porque la vida pasa en ellos. Quizás por eso en ellos me vacío y habito.
Italia, Noviembre 2106.
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